Del interior de un pino sale una ardilla. Diminuta, grisácea, orejas puntiagudas y un hocico chato. Ojos rojos y poderosos incisivos. Saltarina y graciosa. En el interior del pino hay un hueco que le sirve de cobijo y almacén. Dos compartimentos separados por una cortina de cáscaras de bellotas. No necesita más en su solitaria vida. La soledad le permite disfrutar totalmente del provecho de sus indagaciones por la frondosidad del bosque. Nada de compartir. Si al menos le sobrara algo de entre las nueces y avellanas que recolecta, podría permitirse el lujo del altruismo. Además, lo poco que recoge le cuesta las penurias suficientes como para desear no desprenderse de ello. También piensa, la ardilla: "podría compartir mis bellotas y así, quien las recibiere, adquiriría el compromiso de compartir conmigo sus bellotas, en caso de que yo las necesitara". Tal vez no piense con estas oportunas palabras, pero la idea es la misma. Una visión pragmática, pero... quién le asegura el compromiso de la otra parte? Y sigue cavilando: "y por qué no me especializo yo en bellotas y mi adversaria en avellanas, e intercambiar cuando ambos precisemos del otro fruto? Pues precisamente porque sería más sencillo abarcarlo todo, conseguir bellotas y avellanas indistintamente y no depender de nadie. De esta forma, si me apetecen avellanas no tengo que esperar que la otra ardilla me la proporcione. Podría abusar de su privilegiada situación en la negociación, dados mis ardientes deseos de avellanas". Esta ardilla no es necesariamente egoista. Tan sólo defiende sus intereses y maximiza el beneficio propio.
Canción del día: Party all the Time - Eddie Murphy
Le hacía yo por el interior de un horno, señorita Aliss. Es un placer conocerle.