Junio 2005 Archives

Roces en la oscuridad

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A riesgo de convertir este humilde blog en monográfico, relataré un pseudoerótico encuentro nocturno que tuve hace una semana.

Era la una y poco de la madrugada. Acababa de llegar a casa y, tras comprobar que la oferta televisiva a esa hora seguía siendo tan nauseabunda como siempre, me metí en la cama con la intención de terminar con una dura jornada de trabajo y ocio no del todo satisfactorio.

Con las luces apagadas y con un brazo apoyado en una de las dos almohadas, junto a mi cabeza, noté una especie de cosquilleo en la muñeca. Era el típico roce con el que una mosca o coleóptero similar te obsequia a cambio de que le dejes inspeccionar tus poros en busca de sólo-ellos-saben-qué. La molestia no era superlativa, sin embargo procedí a agitar el brazo para que el mosquito buscara otro festín lejos de mi anatomía. Pero no se iba. Mis ademanes eran infructuosos. Entonces comprendí que tal vez no se tratara de una mosca y fuera solamente un cosquilleo subjetivo.

Para confirmar la no-presencia del insecto, encendí la luz. Bajé la vista hacia mi brazo, el cual todavía notaba la presencia de algo rondando por el radio y el cúbito y descubrí horrorizado que mis acusaciones hacia una mosca o mosquito eran totalmente injustas. Era algo mucho más grande y que había hecho caso omiso a la agitación de mi brazo en la oscuridad por la sencilla razón de que no podía volar; se trataba de una araña de unos 6-7 centímetros que paseaba orgullosa por entre los vellos de mi antebrazo.

El final de la aventura se lo pueden ustedes imaginar. Mi zapatilla se está convirtiendo en una letal arma, mortífera contra insectos, arácnidos y algún que otro reptil.

La Jungla

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Con la llegada del calor y el buen tiempo, comienza la repoblación de la terraza (la cual disfruto en usufructo, no especulen ustedes con el status de mis finanzas) de mi humilde hogar. Los nuevos inquilinos son de diversa índole, y a cual más abyecto:

Hay moscas revoloteando en círculo. Moscas de varias tallas, desde aquella que te encuentras de repente apoyada en el cristal, hasta la que te alarma porque te hace creer que un helicóptero de luto hace maniobras alrededor del alféizar de la ventana. De momento no son abundantes, pero tampoco espero una plaga pues, si el señuelo suele ser, o fruta o mierda, en mi domicilio lo llevan claro...

El otro día me levanté para ir a trabajar y antes de salir de casa me fijé en un rincón. Había lo que yo creía que era una enorme pelusa, de esas que van creciendo conforme van ganando motas de polvo adeptas. La cogí para arrojarla a la calle, cuando en ese instante comprobé que para ser una pelusa tenía demasiadas patas. Por si todavía estuviera viva, la tiré al suelo y la suela de mi zapato dio buena cuenta del bisnieto de Spíderman.

Por la noche salí a tirar la basura, pero me detuve al ver algo en la pared que se movía. Tal vez fueran imaginaciones mías, porque sólo he logrado verlo aquella vez, pero me resultó incómoda la visión de algo parecido a una lagartija, incómoda simplemente por cuestiones logísticas: se puede aniquilar una araña o una "cuqui" con un zapatillazo sin necesidad de despojarse del calzado. Ya me dirán ustedes como aplasto sin quitarme la sandalia a una lagartija en la pared.

Y la estrella de esta fauna fue la "cuqui" que me encontré hace poco. Hacía escasas semanas que había visto la primera, yaciendo inerte boca arriba, lo que me produjo un mal rollo impresionante (ya que considero a esos seres, sin entrar en connotaciones religiosas, como la demostración empírica de que Satanás existe o existió cuando fueron creadas). Sin embargo, la que ví recientemente era apenas una adolescente y parecía viva. Sin dudarlo ni un momento, le asesté una ración de suela que provocó un crujido que casi paraliza el tráfico de la calle. El resultado de aquel impacto no lo voy a describir, por si hay personas sensibles entre la audiencia; como ilustración sólo comentaré que durante un par de días no pude comer nada relleno de crema...