En la conducta urbana de la gente existe un comportamiento muy poco racional el cual, al ser tan característico de nuestra sociedad, el borreguismo colectivo oculta su absurdidad.
Sucede con más frecuencia en los accesos al transporte suburbano que en los centros comerciales, por ejemplo, ya que en aquéllos la avería de las escaleras mecánicas es mucho más habitual. Siendo generosos podemos considerar como comprensible el sentimiento de humillación al intentar utilizar las escaleras, de ésas que se ponen en marcha al pisarlas, y comprobar con angustia cómo han dejado de funcionar. La vergüenza del sujeto es inversamente proporcional a la duración de la cara de lel@ que regala su rostro y del acto reflejo de dar marcha atrás y optar por las saludables escaleras convencionales.
Por mucho que nos pueda parecer natural y cotidiano, en este acto radica lo irracional del comportamiento ante esta situación; que una persona que prefiere un menor esfuerzo optando por las mecánicas decida dar media vuelta y variar su rumbo cuando ya tiene unas escaleras encarriladas (mecánicas averiadas, pero escaleras al fin y al cabo) es, cuanto menos, contradictorio.