Permanece sigilosa, inadvertida nos acecha desde el cajón; sus reducidas dimensiones nos conceden una sensación de confianza y superioridad que a la postre suponen su recurso más brillante.
Sin embargo, esa confianza, esa ventaja que nos otorga no es merced a una generosidad gratuita. La grapadora también tiene necesidades e intereses, como nosotros. Su sentido de la vida no se limita a complacer nuestros deseos a la hora de proclamar folios en matrimonio.
Ella va más allá. Es perversa y astuta. La naturaleza le otorgó los incisivos como herramienta de trabajo, pero también le dotó de una inteligencia que le permite hacer con ellos un uso más provechoso. Y ahora, tras varias décadas de sufrir menosprecios y vejaciones, comienza a diseñar un plan de rebeldía que suponga una mejora de sus condiciones y, al alimón, una venganza contra sus opresores oficinistas.
La grapadora está cabreada. No osen desafiarla. Porque sus proyectiles puntiagudos están cansados de acribillar din-A4's y están sedientos de materias más orgánicas...
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