W, el Robot

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W es un Robot. Lo es y lo seguirá siendo. Porque W no morirá jamás. Cuando algún tornillo se le oxide, se le sustituirá por otro nuevo. Cuando se le agote el combustible, se le repondrá inmediatamente. Y no morirá, a pesar de que ni duerme ni se alimenta y realiza tareas de un esfuerzo físico sobrehumano. Nunca se cansa. Y sigue siendo invulnerable a las balas y los venenos. Tal vez un cortocircuito pueda causarle algún tipo de dolor, pero es solamente transitorio. Una vez recompuesto, vuelve a su actividad como si nada hubiese sucedido.
La ética y la religión son asignaturas que siempre suspendería. En cambio, sacaría sobresaliente en matemáticas si le dejaran presentarse a los exámenes.
Nadie le inspira confianza. Ni compasión. Ni le despierta odio. Ni siente curiosidad. Eso no evita que jamás olvide una cara, pues su memoria es bastante amplia. Y a partir de ese rostro pueda reconocer a la persona y saber su nombre, edad y profesión. Aunque no su talante y su personalidad. Quizá pudiera guardar esa información también en su base de datos, pero sería en formato de frías palabras, una mera descripción.
Puede ver formas, colores, luces y sombras. Y si la imagen concuerda con alguna que tenga predeterminada en su memoria, sería capaz incluso de reconocerla. Lo mismo sucede con los sonidos. En cambio, con los olores y los sabores tiene más dificultades. No disfruta de ellos.
W no tuvo niñez. Se despertó un día de repente y fue consciente desde el primer momento de su existencia, cosa que le produjo una gran indiferencia. No se enfada, ni llora, ni ríe. Detrás de su rostro frío y metalizado, denota que jamás sabrá lo que es la felicidad. Y eso, lo cual también puede verse a primera vista, no le importa lo más mínimo.

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