No quiero ir a Gran Hermano

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Y no me refiero a participar dentro de la casa. Porque eso ya es voluntad de cada uno. Lo que me aterra es formar parte del universo de ese programa, arrastrado por alguien de mi entorno que desee concursar y me elija a mí como defensor en el plató. Se imaginan ustedes? Qué hago, dejo a esa criatura de dios sin mi incondicional amparo?

Porque la presunta fama que te proporciona tal ocupación es de dudosa procedencia. Una fama que tal vez genere algún euro que otro suficientes para que la dignidad huya en globo, pero que te puede introducir en un círculo vicioso de famoseo de todo-a-cien bastante peligroso.

La cordura no es algo que abunde en mi ser, lo admito, pero la escasa que poseo me evita de emprender aventuras realityshowísticas. Lo único que pido, a los dioses si es preciso, es que este tipo de cordura esté presente también en aquellas personas humanas susceptibles de pretender un abogado defensor como yo.

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