Abril 2004 Archives

Hollywood

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Debe ser duro ser actor/actriz famoso/a. Más allá de la dictadura de la agenda o del asedio de los fans, lo más difícil son los temas del corazón. Sí, de acuerdo, ya es un asunto suficientemente dificultoso para el resto de los mortales, pero en el caso de los VIP's hay que añadirle una complicación adicional. Y no es otra que el imperativo, llamémoslo tácito si ustedes lo prefieren, de que la pareja pertenezca al mismo estamento en la escala de la popularidad. Si no fuera así, cómo justificaríamos que casi el 99% de los famosos cuenten con un cónyuge también famoso?
Muchos pueden evocar el "dios los cría y ellos se juntan". Tan aplicable como la mayoría de los refranes. Lo cierto es que tales romances dan la impresión de que no son más que una mera extrapolación de los papeles que interpretan en las películas. Que ese efímero amor tocará a su fin cuando acabe la promoción de la película o cuando él o ella trabajen "intensamente" con otro/a artista durante las semanas que dure un nuevo rodaje.
Es sintomático que, salvo honrosas excepciones, ningún miembro de este clan se case y tenga prole con la novia de toda la vida, aquella compañera de instituto guapa y esbelta que nada tiene que envidiarle a las más rutilantes estrellas. No se da el caso y las probabilidades de que algo semejante sucediera deberían ser altas. Por algo será.

Me gusta comer letras

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Me gusta comer letras. No me refiero a la sopa. Ni a elidir consonantes a final de palabra. Me gusta comerlas, literalmente.
Lo particular de mi caso es que, en contra de lo común, no elaboro un discurso con palabras mutiladas, desprovistas de alguna letra. Al contrario, dichas palabras ven cómo la letra digerida se adhiere a su esstructura al instante. Lo ven? Acabo de comerme una ese.
No es fácil seguir esta dieta. Hay que encontrar el momento preciso para tragar la letra, buscando que la palabra resultante sea inteligible. Por ejemplo, si me quiero comer una jota, debe coincidir su deglución con la pronunciación de una palabra con esa letra, a ser posible coincidiendo además con la sílaba exacta: "ayer comí dos jjotas con perejjil". En esta empresa debo tener mucho tacto, pues los resultados pueden ser catastróficos: "el dromedario tiene dos jojrobas".
En este sentido hay letras especialmente conflictivas. La uve doble es exquisita, pero es altamente complicado zamparse una sin acompañarla de un vaso de wwhisky. Lo bueno que tiene el whiskky on the rockks es que me ofrece una gran ocasión para saborear dos kas.
Naturalmente, no todas las letras saben igual. La hache, por ejemplo, es hinsípida, y puedo comerla cuhanto guste que no hengorda. La erre en cambio es más fuerrte y hay que moderar su consumo, pues prroduce mal aliento y acidez de estómago. Todas las precauciones son pocas para ingerir una ese, pues aunque es totalmente inofenssiva en mitad de una palabra, sus consecuencias semánticas se presumen dessastrosas al pronunciarla al final del vocablo: "mis novias tiene las uñas negras". Esta letra es mejor comerla en la más esstricta intimidad, para evitar situaciones comprometidas.

Stuck in the mud

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Anoche era un poco más tarde de lo habitual cuando llegué al pub. Por supuesto no había ni una sola mesa libre, osada utopía. Tampoco un huequecito en la barra, ni un taburete disponible. Al final conseguí encontrar una rendija por donde solicitar mi consumición al hombre-barra. Y tras permanecer unos minutos de pie, en medio del paso de la gente, me armé de valor y me decidí a adentrarme en los más oscuros rincones del local. Por allí dentro rondé, ojo avizor, a la caza y captura de cualquier tipo de asiento, cualquier reposapompis que levantara más de tres palmos del suelo. Al final lo hallé, no era el sitio idóneo pero las condiciones no eran las propicias como para permitirse el lujo de un milagro. Me quedé entre la barra y la pared, dejando un pasillo por donde los demás clientes pudieran transitar. Pero éstos, los muy ladinos, se quedaban ganseando en ese hueco que un servidor generosamente dejaba encogiendo las rodillas y adoptando posturas del contorsionista más experimentado. El resultado era que la gente se quedaba atascada, provocando roces, empujones y vertimientos de bebidas varios. Y con un servidor en el meollo de la trifulca. Y porque mi vejiga se comportó, que si me veo en la necesidad de acudir al servicio y abandonar mi taburete, hubiera sido tremendo. Pa mear y no echar gota.

W, el Robot

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W es un Robot. Lo es y lo seguirá siendo. Porque W no morirá jamás. Cuando algún tornillo se le oxide, se le sustituirá por otro nuevo. Cuando se le agote el combustible, se le repondrá inmediatamente. Y no morirá, a pesar de que ni duerme ni se alimenta y realiza tareas de un esfuerzo físico sobrehumano. Nunca se cansa. Y sigue siendo invulnerable a las balas y los venenos. Tal vez un cortocircuito pueda causarle algún tipo de dolor, pero es solamente transitorio. Una vez recompuesto, vuelve a su actividad como si nada hubiese sucedido.
La ética y la religión son asignaturas que siempre suspendería. En cambio, sacaría sobresaliente en matemáticas si le dejaran presentarse a los exámenes.
Nadie le inspira confianza. Ni compasión. Ni le despierta odio. Ni siente curiosidad. Eso no evita que jamás olvide una cara, pues su memoria es bastante amplia. Y a partir de ese rostro pueda reconocer a la persona y saber su nombre, edad y profesión. Aunque no su talante y su personalidad. Quizá pudiera guardar esa información también en su base de datos, pero sería en formato de frías palabras, una mera descripción.
Puede ver formas, colores, luces y sombras. Y si la imagen concuerda con alguna que tenga predeterminada en su memoria, sería capaz incluso de reconocerla. Lo mismo sucede con los sonidos. En cambio, con los olores y los sabores tiene más dificultades. No disfruta de ellos.
W no tuvo niñez. Se despertó un día de repente y fue consciente desde el primer momento de su existencia, cosa que le produjo una gran indiferencia. No se enfada, ni llora, ni ríe. Detrás de su rostro frío y metalizado, denota que jamás sabrá lo que es la felicidad. Y eso, lo cual también puede verse a primera vista, no le importa lo más mínimo.

El acontecimiento más esperado

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Por fin juntos en escena! Después de tantísimos años esperando, ya podemos disfrutar del dúo de la risa por antonomasia: Juanito Navarro & Quique Camoiras!

"A mi mujer la aguantas tú", toda una declaración de intenciones.
En el Teatro Real de Madrid, hasta el 9 de mayo.

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Si es que nos lo pedía el cuerpo!!!


Canción del día: Think it Over - The Cars

La ardilla

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Del interior de un pino sale una ardilla. Diminuta, grisácea, orejas puntiagudas y un hocico chato. Ojos rojos y poderosos incisivos. Saltarina y graciosa. En el interior del pino hay un hueco que le sirve de cobijo y almacén. Dos compartimentos separados por una cortina de cáscaras de bellotas. No necesita más en su solitaria vida. La soledad le permite disfrutar totalmente del provecho de sus indagaciones por la frondosidad del bosque. Nada de compartir. Si al menos le sobrara algo de entre las nueces y avellanas que recolecta, podría permitirse el lujo del altruismo. Además, lo poco que recoge le cuesta las penurias suficientes como para desear no desprenderse de ello. También piensa, la ardilla: "podría compartir mis bellotas y así, quien las recibiere, adquiriría el compromiso de compartir conmigo sus bellotas, en caso de que yo las necesitara". Tal vez no piense con estas oportunas palabras, pero la idea es la misma. Una visión pragmática, pero... quién le asegura el compromiso de la otra parte? Y sigue cavilando: "y por qué no me especializo yo en bellotas y mi adversaria en avellanas, e intercambiar cuando ambos precisemos del otro fruto? Pues precisamente porque sería más sencillo abarcarlo todo, conseguir bellotas y avellanas indistintamente y no depender de nadie. De esta forma, si me apetecen avellanas no tengo que esperar que la otra ardilla me la proporcione. Podría abusar de su privilegiada situación en la negociación, dados mis ardientes deseos de avellanas". Esta ardilla no es necesariamente egoista. Tan sólo defiende sus intereses y maximiza el beneficio propio.

Canción del día: Party all the Time - Eddie Murphy

La "seis"

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Es un fenómeno curioso, al menos. Mucha gente, especialmente aquel sector de la población que ya acumula unos cuantos años de existencia, tiende a relacionar las distintas cadenas de televisión con el número de canal que tiene asignado en su televisor. Por ejemplo, la Primera Cadena de nuestra queridísima Televisión Española, la tele de todos, sería "la uno". La Segunda, obviamente y tal como pregonó la propia emisora en su momento, "la dos". También hay consenso general en asignar a Telecinco el botón número 5 del mando a distancia.

Sin embargo, existen discrepancias autonómicas. Los que no viven en una Comunidad con televisión autóctona, destinaron el número 3 a nuestra idolatrada Antena3. O bien, los que sintonizan un solo canal autonómico, y ese número tres ya estaba ocupado, le concedieron a la simpática cadena privada el número 4 de su aparato. Pero Telecinco, siempre el cinco, inexorablemente. Ya lo hicieron con ojo sus fundadores, a la hora de decidir el nombre de la cadena, reservando ese bonito número en el dial de los televidentes e ignorando la crueldad de sus posibles rimas.

Es por eso que puede existir confusión cuando sales de tu comunidad y haces alusión, medio en broma, medio movido por la inercia, al canal "seis". Muchos pensarán que estás hablando de Canal +.

Canción del día: Let my love open the door - Pete Townsend

Shit happens...

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Publicado en El Jueves nº1203

Canción del día: Higher Love - Steve Winwood

La Pasión de Cristo

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Muy pocas películas tienen hoy en día la capacidad de escandalizarme. En el buen sentido. Hay demasiadas películas que me escandalizan por lo malas que son, pero ése es otro tema. Nos pueden sorprender por un guión brillante, por unos espectaculares efectos especiales, por una soberbia interpretación de los actores, etc.

La Pasión de Cristo sorprende especialmente por otra cosa. No recuerdo ninguna otra ocasión en que lo haya pasado tan mal en una sala de cine, y durante un lapso de tiempo tan prolongado. Porque esta película es un sinvivir de principio a fin. Poco importa lo creyente que seas. Bueno, sí que importa, pero no quiero enfocarlo desde ese punto de vista. Yo, que no soy creyente, que considero a Jesucristo como un personaje más de la historia, sufrí muchísimo durante las dos horas de proyección. Tanto por la crudeza de las imágenes como por la crueldad de la condición humana que se refleja.

Parece exagerado. Tal vez lo sea. Desde luego esta película no va a cambiar mi concepto ni el de la mayoría de gente acerca de la figura de Jesucristo. Es un mero entretenimiento, algo para pasar el rato y comentarlo después con los amigos. Lo que sí es cierto es que el hecho de que una película te produzca esas sensaciones mientras la estás viendo, de dolor, de sufrimiento, de rabia (repito, a mí me pasó y eso que "Chus" no me merece excesivas simpatías), dice mucho en favor del señor Gibson, mensajes subliminales aparte.

Canción del día: Heart like a wheel - The Human League

Do you speak English?

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Desde siempre me ha llamado la atención el poder de atracción que tengo. Para mi desgracia este poder es muy limitado y sólo consigo atraer a turistas extraviados. De todo tipo, nacionalidad y estrato social.

Algunos me preguntan directamente en inglés. Mi ciudad es ciertamente cosmopolita, pero no llega al nivel que permita presuponer a los foráneos que los autóctonos dominamos la lengua de Shakespeare. En estos casos, mi reacción es siempre la misma; a pesar de entender la pregunta, les digo que no, que no hablo inglés. La paradoja no es captada por mi interlocutor, cosa que no es de extrañar viniendo de alguien que enfunda con sandalias sus calcetines blancos.

No obstante, mi civismo me impulsa a responderles y orientarles, eso sí, en español (o castellano, tanto monta). Ellos se hacen los enterados y, sinceramente, me preocupa bien poco si he conseguido ayudarles. Prosigo mi camino con Pepito Grillo dándome palmaditas en el hombro.

Este curioso fenómeno también me ocurre cuando yo mismo soy el turista despistado. Por muy lejos que me halle de mi ciudad de origen, siempre me confunden con alguien del lugar y no dudan en preguntarme por dónde cae la estación de autobuses o la farmacia más cercana. En ocasiones decido humillarme y confesar mi verdadera identidad. Otras veces me invento el itinerario, amparado en la enorme improbabilidad de volver a coincidir en este pequeño mundo y que puedan reprocharme el embuste.

De vuelta a mi ciudad, hay días especialmente productivos en los que me veo en la obligación de atender las preguntas de dos y hasta tres transeuntes forasteros. En la misma jornada. Holandeses, italianos, moros, peruanos... Con o sin el mapa que les delata como turistas y a mucha honra, más lejos o más cerca de ese objetivo que buscan con tanto ahínco... Pero siempre acuden a mí a preguntarme. Debo tener cara de guía, o bien se me ve a la legua que soy del pueblo. Una vez lo comenté y me dijeron que tal vez sería porque tengo cara de buena persona. No sé si tiene algo que ver, pero es la razón que más me gusta.